Sin la algidez emocional y futbolística de la fase de Concachampions, demeritando el historial de los Clásicos, pero el América, sin su óptima expresión, apenas con lo necesario, se clasifica a la Final del Clausura 2024. 1-0 sobre las Chivas.

Por debajo de las expectaciones y las expectativas de un Clásico Nacional en Liguilla, las Águilas conocerán este domingo a su adversario, tras el trámite entre un Cruz Azul que domina 1-0 ante el Monterrey.

Jornada de contrastes. Chivas dominó en el primer tiempo, generando al frente, pero sin tener un verdadero verdugo, y cuya única arma sería el chiripazo, como virtud principal –y única— de Ricardo Marín.

Para la segunda mitad, América entendió las limitaciones de su adversario, cuando además jugaba con diez ante la presencia –que es una ausencia activa—de Víctor Guzmán.

Como ha sido a lo largo del torneo, ya sea en labores ocultas en defensiva, o en labores expuestas de ofensiva, Alejandro Zendejas se convirtió en el péndulo táctico y futbolístico del América en la segunda mitad. El mejor de El Nido, nuevamente.

Si bien Chivas en el primer tiempo había tenido los amagues de su único estelar, El Piojo Alvarado, incluyendo un balazo en el travesaño, el equipo se fue descomponiendo en la segunda mitad, bajo la mayor intensidad de las Águilas, y que Zendejas y Jardine entendieron que debía tomar el bastón de mando, sobado y desperdiciado por Diego Valdés en la primera mitad, y que, sin marca, sería el elemento revulsivo..

Ante el aluvión amarillo del segundo tiempo, Chivas no tuvo respuesta. Se quedó sin posesión de pelota y sin posicionamiento en la cancha, en parte porque Fernando Gago sacó a Pável Pérez e ingresó al zombi maratonista Code Cowell, un rinoceronte en miniatura de escasa masa encefálica como futbolista.

Julián Quiñones se reactivó, Álvaro Fidalgo dejó de cometer errores en recepción y concepción, y la maquinita palúdica empezó a gestionar y a gestar ofensivas en el terreno de juego, ya con el trabajo rojiblanco por entero en media cancha para dos hombres ya agobiados y agotados del Guadalajara, como Fernando Beltrán y el Oso González, porque el Pocho llegaba con tortuguismo de Vocho a las coberturas, a los relevos y sin cuajar ninguna anticipación.

Además, Gago confirmó que a la hora de hacer cambios, elige equivocarse. Saca a un Guzmán que nunca debió iniciar y mete a Javier Hernández, quien justamente en el gol de la victoria del América, no le alcanza para cumplir su única encomienda: marcar a Israel Reyes. Chicharito ni salta, ni cubre, ni estorba, ni testerea, ni siquiera le sopla, al defensor americanista, quien remata de cabeza, ante la pasmada contemplación de Hernández, incapaz de reaccionar desde su decadencia atlética, para que las Águilas se fueran al frente.

El gol desmoralizó a Chivas. Entendió que no podía medir fuerzas. Hasta El Piojo Alvarado claudicó, ya sin el vigor ni el rigor en la disputa del balón, o en imponer su ley en su comarca.

Y así, la desesperación, la peor y eterna consejera de Fernando Gago, se contagió en el grupo rojiblanco. Los ingresos de Erick Gutiérrez y de Carlos Cisneros, fueron patadas de ahogado. Histeria genuina de la desesperación de un técnico que a falta de perros quería cazar con gatos.

América aún deberá mejorar mucho. Satisfecho estará de ganar el Clásico y meterse a la Final, pero, lo sabe, para coronarse, con Cruz Azul muy probablemente como adversario, hará falta muchísimo más que lo que ha mostrado en la Liguilla, especialmente porque los Cementeros no son complacientes en un tema que resiente mucho El Nido: meter la pierna fuerte.

Por Redaccion

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *